Una de las producciones más sombrías pero encantadoras de Broadway, la resurrección musical de El color púrpura de John Doyle tiene tanta clase como la versión original. Con todos sus momentos impresionantes de fuerza y hermandad, el espectáculo no cesa de asombrar: la sutileza de la actuación se complementa a la perfección con los temas musicales pesados, pero magníficos. El trabajo de los creadores del set, los diseñadores de vestuario y el reparto de El color púrpura, se mezclan para crear cada noche una presentación poderosa, desgarradora, pero absolutamente grandiosa.
El entorno rural de Georgia de principios de 1900 es el telón de fondo de la violencia desatada por algunos hombres de esa época, aunque finalmente, su único propósito es subrayar el valor y la camaradería de las mujeres que se unían para sobrevivir a dicha violencia.
A pesar de la simplicidad del set, El color púrpura, el musical, logra conservar su vital autenticidad así como contar su muy específica historia a las audiencias del teatro neoyorquino.
La resurrección en Broadway de El color púrpura es una prueba convincente de la increíble fuerza de las mujeres de las comunidades negras en Georgia a principios del siglo XX, lo que convierte al espectáculo en un logro impresionante. Los problemas que estas mujeres enfrentaron y, a su vez, las formas en que se levantaron para enfrentarse a ellos, son relatados de una manera entretenida a través del grandioso poder de la narración musical. Los esfuerzos de los actores, músicos, diseñadores, dramaturgos y el director, se combinan para hacer de esta producción, una completamente sensacional, realmente algo digno de presenciar en Nueva York.